Bienvenido a estas páginas, te voy a contar una historia que
sin duda es extraña. Una historia escrita en la tinta especial con que se
narran las leyendas, de la cual yo solo soy la cronista privilegiada. Muchos
que lean este texto pensarán que esta joven periodista griega ha hecho un
fascinante trabajo mezclando la realidad de estos años con la fantasía, para
crear una narración cautivadora y llena de magia. Y está bien que así sea.
Pero la realidad es mucho más compleja que eso pues, en
ciertos niveles, todo esto ocurrió tal como lo cuento. Por mucho que el
tiempo
haya cambiado las interpretaciones, hubo un momento en que esta gente
existió,
fueron de carne, hueso e ícor. Vivieron, amaron, sufrieron, como todos
nosotros, pero de una manera completamente diferente al mismo tiempo.
Hablaremos de los portentosos avances en el estudio del
cáncer que se llevaron adelante en el MIT liderados por un grupo de jóvenes
brillantes, encabezados por uno que eventualmente se volvió loco y acabó
escribiendo cosas incomprensibles. O la historia del surgimiento del famoso
grupo Praise the Sun, cuyos álbumes han vendido millones de copias por
todo el mundo, y que todo el mundo considera un grupo de frikis con referencias
a Dark Souls y otros videojuegos. O del último éxito del cine de
Hollywood, Marrying the Lady of Fire, esa intrigante película romántica
y maravillosa, que surgió de la mente de algunos de los mejores guionistas del
mundo y ha arrasado en taquilla y en los Oscar.
Porque, bajo su apariencia cotidiana, se esconden historias
que por reales, no resultan creíbles.
Caminaremos por la tierra de las leyendas urbanas, en los
lugares donde aún se recuerdan ciertos elementos que el mundo moderno considera
imposibles. Desde los templos de Kyoto donde los rumores cuentan que en una
noche sin luna todavía se puede escuchar el entrechocar de las katanas, a los
campos de Irlanda donde se narra la historia de la joven que hacía florecer
las plantas y devolvió la fertilidad a la tierra. O en Nueva Orleáns, donde se
susurra el nombre de la hougun que podía devolver la vida a los muertos
pese a su pálida piel y su cabello rojo.
Porque todo esto pasó. Yo lo vi. Yo estaba ahí. Y por eso,
ahora, lo cuento.
Yo estaba ahí el día en que Al-Sisi fue asesinado después de
transformarse en una serpiente gigante, o cuando el dios chacal del desierto
acudió para llevarse un alma gritando al Duat. Y si no escribo su nombre,
es porque es parte del poder de las deidades de los faraones el incrementar su
posición simplemente porque su nombre sea escrito, y desconozco cómo se
encuentran ahora los conflictos entre los señores del Nilo. Y, desde luego, no
quiero atraer la atención del Destino sobre mi con un acto tan descuidado.
Las antiguas religiones siempre le daban vueltas al Destino y
eso es por una razón. Porque el Destino es real, no como una fuerza que lleva
al orden, sino como un niño pequeño que quiere que le cuenten una buena
historia. Un niño con el poder más absoluto de todos. Un tirano universal. Yo
le he visto derribar un avión en el aeropuerto J.F.K., y aún ahora se pueden
encontrar algunos supervivientes que contaban que una chica irlandesa había
evitado que se estrellase contra la pista. Y aunque siempre se dice que fue
debido a un escape de gas causado por las imprevistas lluvias, cuando las
calles de Las Vegas explotaron fue debido a que bajo las mismas había una hidra
con hambre.
Todo esto, y mucho más, ocurrió. Desde el conflicto de
misiles de Corea del Norte por culpa de un pergamino extraviado, a los
cambios en la política rusa por una sangre que es propia de gigantes.
Desde la
construcción del nuevo Coloso de Rodas a los misteriosos sacrificios
rituales de una
asesina arrepentida en las pirámides mayas. Desde las giras masivas de
youtubers a favor de la ecología y otras causas, a la reconstrucción de
Haití
tras una tormenta como ninguna que se conociese. Porque todo esto no
ocurrió como
cuentan los historiadores, sino como narran las leyendas urbanas, por
eso usan
una tinta especial. Nosotros ya no creemos en ellos, pero ellos siguen
existiendo y escriben con su propio ritmo sus historias y
enfrentamientos.
Porque los dioses son veleidosos, ambiciosos, egoístas,
cortos de miras y conflictivos. Justo como nosotros los soñamos. Sus pisadas
invisibles siguen recorriendo el mundo con susurros llevados en las alas de los
cuervos del dios tuerto o de las tres mujeres del destino. Como nosotros los
mortales, son capaces de las mayores proezas y de las mayores aberraciones,
pues mueven los hilos de las historias que el Destino quiere ver. Y luego
nosotros las contamos en torno al fuego, como si solo fueran relatos de
entretenimiento, pero al mismo tiempo son mucho más que solo eso.
Ya Jung hablaba del inconsciente colectivo, pero fracasó a la
hora de entender lo profundo que iba esa madriguera de conejos a la que yo,
como Alicia, fui lanzada a raíz de una entrevista. Porque si bien el mundo es
como lo conocemos, al mismo tiempo es muy distinto y portentoso. En las calles
habitan traficantes de droga que venden agua del pozo de las profecías, las
hadas aún se llevan niños en sus círculos de setas, y el Emperador de Japón
realmente es hijo de la Dama Sol. Hay quienes temen con razón que desde el
arcoiris suene el cuerno que marque el final del largo invierno y del mundo,
igual que otros temen el momento en que la falta de sangre evite que el sol se
alce por las mañanas. Porque, aunque no lo recordéis, ya ocurrió que el sol no
se alzase y el halcón tuerto tuviese que salir a buscarlo por el mundo.
Así que acompañadme en estas páginas, creáis o no mi
historia, porque simplemente por contarla el mundo entero cambia. Porque la
magia vuelve a las calles de las que nunca se fue. Porque las Olimpiadas siguen
conmemorando al dios del arco y la lira, y Marvel llena los cines con las
historias del portador del martillo. Porque antiguos poderes se han refugiado
en una Roma que pierde su magia como parte de una guerra cuyas apuestas son la
misma realidad en la que vivimos, y oscuras deidades maquinan en el desierto
que una vez fue Babilonia. Y, al final, la sonrisa del rey de las mentiras
sigue causando desconcierto de un lado a otro del mundo, desde los ordenados
miembros de la gran burocracia a las arañas que habitan en África.
Y todo comienza en un orfanato de Nueva York, donde tres
niños van a cruzar sus caminos tal y como sus inmortales padres habían
diseñado. Tres niños que luego serán seis, y cuyos nombres hoy en día ya no se
recuerdan pero cuyo paso nos ha marcado a todos. Era, como en estas ocasiones
suele ocurrir, una tarde que no auguruaba nada especial pero en torno a la cual
los goznes del Destino giraban con fuerza…
Extracto de la introducción de la novela The Day the
Sun didn’t Rise, de la famosa periodista y escritora griega Mila K.
Papadopoulos, nominada este año a múltiples premios por su vigorosa prosa y la
magia de sus historias.