Esta es una leyenda muy antigua y, como tal, muy incompleta. Habla de tiempos hace mucho pasados, cuando el tiempo no era tiempo, el espacio no era espacio, y los dioses no habían nacido. Un tiempo que hoy en día no podemos imaginar y vagamente describimos como la era caótica, el reino de los titanes.
Pues antes de que Zeus, Odin, Ra y el resto de los dioses marchasen contra ellos y los encadenasen en el fondo del Inframundo, los titanes eran reyes y soberanos. El mundo se inclinaba ante la voluntad del caos, del tiempo, del fuego o de la oscuridad. Es imposible saber cómo era entonces una realidad que escapa a nuestra imaginación, ordenada como está ahora y con los elementos separados entre si. Pero esa era inestable incomprensible para nosotros, existió.
Entre estos titanes, se encontraba el titán de la luz: Akhetaten. Todas las luces, la luz pura, la iluminación... su reino no posee sombras y las criaturas que lo habitan son de pura luz. De entre todas ellas, ninguna sobrepasa en poder, respeto y mando a Aten, su avatar principal, algunos dirían que el único. El rey de la luz no poseía rival en el gobierno del titán, su trono era el más grande e impresionante, las legiones de la luz todas se inclinaban ante él... Pero justo bajo él, Helios encontraba su lugar. El segundo en el poder del reino titánico, el segundo en poder, eternamente envidioso de la posición de Aten, eternamente maquinando cómo tomar el poder que su rival atesoraba.
Cuentan las leyendas, fragmentarias e incompletas como son, que ambos rivalizaban continuamente, y que Aten no soportaba que existiese rival alguno. Cuentan que Helios jugaba a inclinarse ante Aten y a la vez desafiarle cuando no miraba. Y nos narran cómo en sus choques, el reino de la luz se expandía o retraía.
Ignoramos cómo acabaron sus enfrentamientos. Si antes de que los dioses se alzasen acaso Helios había conseguido desafiar a Aten, o finalmente Aten había logrado someter a Helios. Lo que si sabemos es que ambos fueron encerrados durante el levantamiento y durante siglos permanecieron atados al Tártaro. Y que, cuando su cautiverio terminó, solo Aten encontró la salida del Tártaro, dejando a Helios prisionero en su interior.
El resto no es para nosotros, pobres mortales, para que lo sepamos. Aten reina ahora en la luz, mientras que Helios se pudre en el Tártaro, maquinando y preparando su huida.
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